Me despierto y encuentro a mi esclavo ya fijado en el sofá de bondage – desnudo, indefenso y encerrado en su jaula de castidad. Justo como me gusta. ¿Su único propósito? Mi deseo. Le dejo respirar hondo el aroma cautivador de mis pies de nailon mientras mi culo perfecto le envuelve la cara. Juego con él, le monto, salto sobre su cara y disfruto de su desesperado anhelo. Pero eso no es todo... Él puede soplar mi consolador profundamente mientras yo escupo en su boca con gusto. Cada momento le recuerda que me pertenece a mí – y solo yo decido cuánto se le permite sufrir o disfrutar.
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